1. EVALUACIÓN
Antes de empezar a trabajar tenemos que saber que le ocurre a la persona. Por lo tanto hay que averiguarlo a través de una entrevista y una serie de instrumentos que nos darán la información necesaria.
Antes de empezar a trabajar tenemos que saber que le ocurre a la persona. Por lo tanto hay que averiguarlo a través de una entrevista y una serie de instrumentos que nos darán la información necesaria.
Una vez que ya tenemos los resultados, el clínico realiza un análisis funcional, es decir, busca una explicación de porqué la persona se comporta de esa manera y que es lo que ha pasado para que se encuentre en esa situación. En este punto se marcan cuales son los objetivos para la intervención y como va a ser el tratamiento. En una sesión se le explica a la persona el porqué de su situación y como se va a trabajar con él.
Se busca una solución. Para ello se le enseñan una serie de estrategias a la persona que le ayuden a enfrentarse a la situación en la que se encuentra y afrontarla de la manera más saludable posible. La persona tiene que tener un papel ACTIVO porque es la que realmente va a luchar por mejorar, pero el psicólogo supervisará y la ayudará. Normalmente, al principio de la terapia la frecuencia de las sesiones es de una vez por semana. 2 o más sesiones por semana no adelantarán los acontecimientos porque se necesita un tiempo para reflexionar y poner en práctica las estrategias dadas por el psicólogo.
Según la persona vaya mejorando poco a poco, las sesiones se van a ir alargando en el tiempo. Una cada dos semanas en vez de una… Una vez al mes… Todo con la finalidad de ir consolidando lo aprendido. El psicólogo se asegura de que la persona va poniendo en práctica lo aprendido y que lo generaliza a todos los ámbitos de su vida privada. De manera, que poco a poco la persona se vaya haciendo más autónoma y se gestione ella misma.