“Fulanito ha encontrado trabajo, ¡que potra! ¿Cuántas veces hemos oído esto a lo largo de nuestra vida? Seguramente alguna vez habrás pensado que algunos de tus familiares o conocidos tienen mucha suerte y que te gustaría que te pasase a ti lo mismo.
Sin embargo ¿de verdad es suerte?
Dos amigos, David y Víctor, tras más de cincuenta años sin verse deciden tener un encuentro para ponerse al tanto de sus vidas. David empezó contando cómo le había ido en la vida y la mala suerte que había tenido. Cuando él era pequeño (Víctor y David ya eran amigos), la familia de David heredó una fortuna. Era tal cantidad de dinero que su familia se mudó y cambiaron de vida totalmente. Vivieron con mucho lujo durante un tiempo y David heredó la empresa familiar. Una empresa textil con abundante beneficio y en pleno funcionamiento. Como las cosas iban bien David no cambió nada, siguió manteniéndose cómodamente al mando. Más tarde empezaron a salir competidores y las ventas bajaron. Como el producto de David era mejor y de mayor calidad, confió en que los clientes se diesen cuenta por si solos. Perdió mucho dinero así que redujo los precios lo máximo que pudo, aun así, las ventas siguieron bajando. Se pensó el crear una marca propia pero al final no se atrevió y esperó demasiado tiempo. Las ventas empezaron a no cubrir los costes y se acabó arruinando, tuvo que vender sus activos y embargar sus propiedades. David no paraba de lamentarse por la mala suerte que había tenido en su vida. Después de eso, fue de un lado para otro cambiando de trabajo, pero las cosas le siguieron yendo mal, no se adaptaba o no se entendía con los jefes. Ahora vivía sobreviviendo a base de ayudas de conocidos y algún dinero que ganaba por hacer recados.
Después, le tocó a Víctor contar su historia, ya que no se veían desde los 8 años (cuando David se cambió de barrio). Él venía de una familia muy pobre, precaria, que apenas tenían para vivir. Por lo que nada más que pudo empezar a trabajar lo hizo. Con 10 años ya estaba lavando coches. Unos años después trabajó en un hotel como botones hasta que con los años fue subiendo de categoría y fue portero de hoteles de 5 estrellas. Con 22 años se dio cuenta de que podía tener suerte si se lo proponía. Decidió montar un pequeño taller de bolsos. Estaba harto de ver a la gente rica y sabía el tipo de bolsos que les gustaba. Pidió un crédito e invirtió todo lo que tenía en el taller. El primer año fue bien pero reinvirtió todo su dinero en mejorar el negocio. Compró más género y viajó por todo el país para averiguar que hacían en otras partes. Durante 10 años reinvirtió todo lo que ganaba en su negocio: viajó recopilando información, buscaba oportunidades de ventas, los modelos que más se vendían los remodelaba para que nunca fuesen iguales, fue cambiando a talleres más grandes, contratando a más gente para expandirse… Actualmente tenía un negocio más que próspero.
Ante esta historia David solo pudo decir que había tenido muchísima suerte.
—¿No será, en realidad, que tuviste mucha suerte?
—¿Eso crees? ¿Realmente crees que sólo tuve suerte? —exclamó Víctor, sorprendido.
—No he querido molestarte ni menospreciarte —explicó con un hilo de voz David—. Pero resulta difícil creer que tú solo eres el motivo de tus éxitos. La suerte sonríe a quien el destino caprichosamente escoge. A ti te sonrió y a mí no. Eso es todo, viejo amigo.
Víctor se quedó pensativo. Al cabo de un tiempo, le contestó:
—¿Conoces la diferencia entre la suerte y la Buena Suerte, con mayúsculas?
—No la conozco —contestó David, sin mostrar interés.
—Cuando vuestra familia recibió la herencia tuvisteis suerte. Pero esa suerte no depende de uno, por eso tampoco dura demasiado. Sólo tuviste algo de suerte, y ésa es la razón de que ahora no tengas nada. Yo, en cambio, me dediqué a crearla. La suerte, a secas, no depende de ti. Sin embargo, la Buena Suerte si. Esta última es la verdadera. Mucho me temo que la primera no existe.
David no daba crédito a lo que oía.
—¿Me estás diciendo que la suerte no existe?
—De acuerdo… Digamos que sí que existe, pero es tan improbable que resulta vano esperar que te alcance precisamente a ti, a cualquiera. Y, si al fin llega, no dura demasiado, es pasajera. ¿Sabías que casi el 90 por ciento de las personas a las que les ha tocado la lotería no han tardado más de diez años en arruinarse o en volver a estar como antes estaban? En cambio, la Buena Suerte es posible siempre que te lo propongas. Por eso se llama Buena Suerte, porque es la buena, la de verdad.
“La suerte no dura demasiado tiempo, porque no depende de ti. La Buena Suerte la crea uno mismo, por eso dura siempre.”
Por lo tanto amigos míos, está claro que la suerte existe (para unos pocos) pero si lo que realmente queremos es que en nuestra vida haya Buena Suerte para siempre, tendremos que crearla nosotros.
¿Ya nos estamos esforzando y aun así no hemos logrado lo que queríamos?
Bueno, pero al menos ya tienes más posibilidades de conseguirlo que quedándote en el sitio lamentándote… Está claro que conseguir tus objetivos no va a ser un camino de rosas, será pesado, duro, estrensante y costoso... ¡Pero que al menos no sea porque no lo hayas intentado!
Algunas citas para pensar
“Audaces Fortuna iuva (la fortuna favorece a los valientes” Virgilio Marón.
“Sólo aquellos que nada esperan del azar, son dueños del destino” Mattbew Arnold
“El hombre sabio crea más oportunidades que las que encuentra” Francis Bacon
“Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca las circunstancias, y las crea si no las encuentra” George Bernard Shaw
“El noventa por ciento del éxito se basa simplemente en insistir” Woody Allen
“La suerte es el pretexto de los fracasados” Pablo Neruda
Bibliografía
La Buena Suerte. Claves de la prosperidad
Fernando Trías de Bes mingot
Álex Rovira Celma