Hoy os voy a hablar de la disciplina positiva que está basada en este principio. Estamos ante una corriente surgida en el s. XIX de la mano del psiquiatra austriaco Alfred Adler, que creó las primeras escuelas dirigidas a padres que funcionaban bajo esta doctrina. En estas escuelas el famoso psiquiatra enseñaba a los padres a educar a los hijos. Él defendía que el aprendizaje del niño va orientado a obtener un sentido de pertenencia al grupo y que viene influenciado por la huella que deja en nosotros el mundo y las personas que nos rodean, marcando así nuestra forma de responder ante los demás y reaccionar a lo que nos ocurre. De esta forma, el niño aprende para sentirse integrado con las personas que le rodean y por tanto el reforzamiento social es clave en el aprendizaje infantil. Además, también tiene que haber respeto mutuo en la interacción adulto-niño (ya sea padre o maestro).
Por otro lado, Adler invita a los padres a reflexionar sobre las motivaciones que puede haber detrás de un comportamiento de desobediencia que pueda tener el niño, ¿lo hace para llamar nuestra atención de alguna forma? ¿quiere algo concreto? ¿busca ser más tenido en cuenta? Solo así podremos reaccionar de la mejor manera posible.
Antes de empezar, tenemos que saber que la disciplina positiva sigue la ley de las 4 erres para arreglar los malentendidos:
-Reconocer el fallo que hemos cometido.
-Responsabilizarse del fallo.
-Reconciliarse con la persona a la que hemos perjudicado.
-Resolver la situación con esa persona.
Resumiendo… Hay que explicarles que todos cometemos errores de vez en cuando pero hay que reconocerlo, pedir perdón y hacer algo para solucionarlo. Bien una vez que lo hemos entendido y estamos de acuerdo…
1- Tenemos que ser su modelo de comportamiento. Los niños aprenden de dos formas diferentes:
-Por ensayo y error, los niños aprenden de sus fallos pero para aprovecharlo tenemos que les ayudemos a arreglar sus errores ofreciéndole nuestro apoyo pero nunca responsabilizándonos nosotros de sus problemas. Tampoco es buena idea juzgar o ser demasiado críticos para no dañar su autoestima, es decir, no es necesario humillarle ni recrearnos en su error porque él ya lo sabe (está aprendiendo pero no es tonto), sin embargo podemos sugerirle un cambio y apoyarle para que él mismo repare el fallo.
-La imitación de otros. Los adultos somos el modelo a seguir de los pequeños, por eso si queremos enseñar un hábito a nuestros hijos tendremos que empezar por hacerlo nosotros mismos, si somos lo suficientemente importante para ellos querrán imitarnos porque se identificarán con nosotros. Si tu hijo te quiere, te respeta y te admira ten por seguro que todo lo que hagas será imitado por él tarde o temprano. Sabiendo esto puedes aprovecharte de la situación y hacer todas esas cosas que te gustaría que tu hijo también hiciera en un futuro. Por ejemplo, ¿te gustaría que leyese más? Entonces asegúrate de que te pille con un libro entre manos. ¿Quieres que sea sincero? pues alaba lo importante que es la sinceridad y que no te pille mintiendo a ti.
2- La interacción tiene que ser horizontal y no vertical. ¿Con qué me refiero a esto? Pues que cuando nos relacionemos con nuestros hijos tenemos que tratarlos con el mismo respeto con el que nos gustaría que nos tratasen a nosotros pero adaptando el lenguaje que usamos para que puedan entendernos. Por ejemplo, cuando hables con él ponte a su nivel e intenta imaginar cómo te sentirías tú en su misma situación, seguro que tú preferirías a alguien que fuese honesto contigo y que no te hablase con superioridad. Los niños están continuamente aprendiendo, por lo tanto los errores son normales y comunes, nadie nace con todo el conocimiento en las manos y tenemos que tener paciencia. Resumiendo, tenemos que enseñarles a hacer las cosas y que vean en que se han equivocado, pero con respeto.
3-Refuérzale de forma inteligente. Cuando haga las cosas bien refuérzale y a la vez anímale a que la próxima vez intente incluso hacerlo un poquito mejor. En el caso de los errores en vez de sacarles las castañas del fuego proporciónale las herramientas necesarias para que puedan reparar el fallo ellos solos, no les salves de la situación ni hagas por tu hijo lo que puedan hacer solos. Eso les elevará el autoestima y se volverán más autónomos (y seguramente felices) en el futuro.
4- Todos somos humanos. Como ya dije antes, no debemos rescatar a nuestros hijos cuando se cometan fallos o decisiones poco acertadas, lo ideal es dejar que ellos mismos experimenten las consecuencias siempre y cuando no esté peligrando su salud física o la de otros. Es decir, ¿ha hecho un comportamiento del que se arrepiente? No pasa nada, todos somos humanos, si embargo, deja que vea que consecuencias ha tenido su conducta y que las experimente por si mismos. La vida está llena de frustraciones y no podemos pretender que nuestros hijos sean felices en todo momento pues no es realista y estaremos contribuyendo a que nuestros hijos se vuelvan adultos inmaduros, pasivos e ilusos.
6-Enséñale a validar sus sentimientos. No debemos censurar las emociones y sentimientos de nuestros hijos. Por ejemplo, no debemos reírnos del niño porque llore, se enfade o tenga miedo, sino que debemos explicarle que está bien sentirnos así de vez en cuando. Las emociones nos ayudan a comprendernos a nosotros mismos y a expresarnos. Les tenemos que explicar que incluso enfadarse está bien, aunque por supuesto, eso no puede ser un pretexto para portarnos mal.
7- Reflexionar sobre nuestro propio comportamiento. Hay cosas de las que hacen nuestros hijos (y que nos molestan) que a veces no son más que un reflejo de comportamientos que nosotros mismos hacemos y no nos damos cuenta. A veces incluso esa conducta podemos haberla propensado nosotros inconscientemente con nuestra actitud hacia él. Por eso, de vez en cuando está bien tomarse un tiempo para pensar en lo que estamos haciendo y si es o no lo más adecuado.
Por último, si crees que tu hijo o tú necesitáis ayuda más especializada no dudes en contactar conmigo, psicóloga especializada en clínica infantil en Gijón. Puedes encontrar el centro de psicología infantil, en la zona del llano, en el centro de Gijón. Más información.