La muerte de un ser querido siempre es duro para todos, tanto para niños como para adultos. Para superar este doloroso episodio pasamos por un duelo. ¿Pero qué es el duelo? El duelo es un proceso psicológico de separación que vive una persona cuando se muere un ser querido hasta su recuperación. Durante este proceso vamos pasando por una serie de fases que nos ayudarán a superarlo. Cada uno vive esas fases de diferente manera y el intervalo de tiempo es variable hasta que por fin se acaba superando. Sin embargo, este proceso es diferente cuando hablamos de niños. Ellos viven el duelo de una manera distinta a los adultos, lo que puede llegar a confundir a veces a sus cuidadores. Por eso, para ayudar a un niño que ha sufrido una pérdida primero tenemos que estar informados de cómo viven la muerte en función de su edad, ya que su reacción emocional será diferente dependiendo del momento evolutivo en el que suceda.
 

En la primera infancia
 

Entre 1-3 años los niños que se quedan huérfanos son conscientes de que su figura de apego ya no se encuentra. Si son bebés llorarán continuamente ante la ausencia de la madre cuando queden en manos de desconocidos, serán difíciles de consolar y estarán en un estado de continua vigilancia por si hubiese algún detalle que les indicase donde está su madre o padre. Antes de esa edad los niños no comprenden el concepto de muerte pero son conscientes de que no se encuentra su figura principal, lo vivencian como un abandono por parte de esa persona y su seguridad puede llegar a estar amenazada.
 

De 4 a 7 años de edad
 

En esta fase evolutiva el niño huérfano empieza a comprender el concepto de muerte pero desde una perspectiva más "mágica", de manera que piensan que la muerte tiene un punto reversible, que de alguna manera podrán ver a esa persona de nuevo, por ejemplo, en forma de ángel. Las reacciones emocionales que suelen mostrar son:
 

-Confusión y perplejidad: es común que pregunten dónde está el ser querido o cuándo viene.

-Conductas regresivas: si el niño solo he perdido a uno de sus progenitores se apegará al otro cuidador. Sin embargo, podrían volver comportamientos que tendrían que haber sido ya superados según su edad, por ejemplo, pueden volver a hacerse pis en la cama, chuparse el dedo o volverse muy dependientes.

-Alternan entre la indiferencia y la rabia: pasarán por momentos en los que podría parecer que la muerte no les ha afectado, cosa que preocupa enormemente a los adultos. Pueden hacer preguntas poco adecuadas o sin venir al cuento y después estar mucho tiempo sin mencionar nada sobre el tema, también intercalan momentos en los que expresan su rabia golpeando objetos o personas, con irritabilidad, llantos, con pesadillas recurrentes, portándose mal, con travesuras... Lo mejor es que le dejéis expresar la ira con mucha actividad física, mediante el deporte o pegando cojines por ejemplo. Hay que explicarles que estar enfadado es normal y tiene todo el derecho del mundo a hacerlo pero que eso no justifica el que se porte mal con los demás.

-Tomar al padre superviviente como modelo. A partir de la muerte de la otra persona el superviviente pasa a ser el principal referente del niño. Quiere decir que cualquier cosa que diga o a haga será potencialmente imitada por el niño. Es vital entonces que los niños vean que expresar el dolor y la tristeza no es malo, si no todo lo contrario, eso si, se tiene que hacer de una forma aceptable y no con violencia hacia los demás.

Lo peor que puede aquí hacer el adulto es "congelar" sus sentimientos dejándolos para la soledad. Está bien mostrarse fuerte, pero no es incompatible con expresar las emociones. Si lo hacemos nuestro hijo nos percibirá como una persona más cercana y aprenderá que expresar las emociones es bueno y sano. Incluso le estaremos animando a que ellos hagan lo mismo y hablen del tema con nosotros, es una forma que tendremos de ayudarle a sobrellevar la pérdida. Si nos reprimimos el niño tenderá hacerlo en el futuro, llevándolo a un gran sufrimiento interno.

-Aparecen nuevos lazos afectivos. El niño huérfano de un padre o dos establecerá de nuevo y poco a poco nuevos lazos con otros adultos, seguramente buscarán persona que se parezcan a sus progenitores. Sin embargo, a veces podemos encontrárnoslos buscando de nuevo al ser amado por casa o hablando con él, como si fuese un amigo imaginario. Es normal y tenemos que darle tiempo. Podemos ayudarle dándole un objeto que hubiese pertenecido a esa persona, como un anillo o colgante, a modo de que el niño sienta que aun tiene un vínculo con esa persona.
 

De 7 hasta los 10 años
 

A esas edades los niños empiezan a comprender el verdadero significado de la muerte. Empiezan a distinguir la fantasía de la realidad y pueden comprender que la muerte es irreversible, por ello, los síntomas que viven pueden ser peores:
 

-Sentimientos de culpabilidad. A menudo los niños a partir de los 8 años pueden pensar que son culpables de la muerte de sus padres, comentarios del estilo: "me vas a matar de un disgusto" pueden hacer que los niños se replanteen si no habrán tenido algo que ver ellos.

-Negar la muerte. Otras veces los niños pueden mostrarse indiferentes, como que no les ha afectado la muerte de la persona. Pueden seguir jugando como si nada hubiese pasado. A los adultos no les hará gracia este comportamiento y pueden enfadarse, sin embargo, deben de recordar que la negación solo es un reflejo del gran dolor que están sufriendo y no se lo pueden tomar a lo personal. Lo ideal sería hablar con ellos y decirles algo así como: "Eres muy valiente y te admiro mucho, es normal que no te guste mostrar tu tristeza a todos y que quieras estar a solas, pero quiero que sepas que pase lo que pase estaré aquí y puedes contarme cómo te encuentras, para que te sientas mejor".

-Representan el rol del muerto. Es común en niños pre y púberes que empiecen a desempeñar el rol de la persona que ha muerto. Por ejemplo, un caso típico es cuando muere la madre de una adolescente y esta empieza a desempeñar las tareas que antes realizaba su progenitora (tareas de casa, cuidar más a sus hermanos pequeños, etc). Es como una forma de perpetuar su presencia.
 

Apoyo emocional
 

Psicólogo infantil Gijón duelo muerte

La mejor manera de ayudar a un niño en plena fase del duelo es ser honesto y hablar con ellos de la muerte, sin disfrazarla y con franqueza, cuanto antes mejor. Nunca debemos retrasar la noticia deliberadamente, solo le haremos sufrir más y sentirá que no puede confiar en nosotros porque ya le hemos estado mintiendo anteriormente. Por otro lado, debes mantenerte siempre a su lado, preparado para darle apoyo en cuanto lo necesite pero sin insistirle, deja que sea él quién se acerque a ti. Déjale claro que estarás a su lado para cuando quiera hablar y expresar sus sentimientos, que eso le va a aliviar… pero sin presionarlo. Por último, deja que participe en la ceremonia y el ritual, le ayudará a despedirse de la persona querida y ser consciente de su muerte.

Si habéis sufrido una pérdida reciente en la familia y te preocupa el estado emocional de tu hijo puedes contactar conmigo y obtener ayuda especializada a vuestro caso.
 

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